Autenticidad, diseño atemporal y consciencia.
Hay algo poderoso en lo simple.
En lo que no cambia con las temporadas, sino que acompaña a todas.
La moda suele empujarnos a lo nuevo, pidiendo que lo auténtico pase a la silla de al lado.
Una playera neutra, una frase con peso, una prenda que te haga sentir tú, sin disfraz.
Eso también es propósito.
Cada año el promedio de uso de una prenda ha caído un 36% en la última decada.
Y sin embargo, si duplicamos la cantidad de veces que usamos una prenda, podríamos reducir sus emisiones de carbono, agua y desechos hasta en un 40%.
Así de simple.
El slow fashion no es una estética, es una forma de estar en el mundo.
No se trata de seguir tendencias por seguir, sino de reconocer qué ropa nos gusta usar más, la que va con nuestra personalidad.
No perseguir pertenencia, sino coherencia.
Y cuando una prenda ya cumplió su ciclo, también hay formas de seguir dándole vida.
- Intervenla y dale una segunda historia.
- intercámbiala con personas cercanas.
- Dónala o llévala a centros de reciclaje.
Y si hacer las cosas con sentido fuera el nuevo lujo?